sábado, 11 de octubre de 2014

Alfa

Conocí a un chico. Desgarbado, alegre, guapo, con ojos que muestran un mundo, sonrisa sincera y lindo. Fue mi alumno en dos cursos. Niño alfa.

Al recordar inevitablemente me dan muchas ganas de llorar. Lo voy a extrañar mucho, no se fue al fin del mundo, sólo a Querétaro. Pero en este poco tiempo que pude convivir con él, dejó una fuerte impresión, como sólo los alfa saben hacerlo.

Es más, casí no platicabamos, pero cuando lo hacíamos sentía que podía ver a través de mi con tanta facilidad, con tanta sencillez, que me sentía intimidada, porque es un alfa.

Tiene problemas con la autoridad igual que yo. No teme decir lo que siente o lo que piensa, incluso puede ser pelangocho, pero no importa, es auténtico.

Tiene un largo camino por delante y el tiempo que nos tocó coincidir, marcó el mío de forma que me sacó de mi zona de confort, como la vez que me dijo: yo te escucho, para eso estoy, pero mejor en vez de quejarte conmigo ve con tu jefe y aprende todo lo que puedas de él, aún así te escucharé cada vez que vengas.

Me avisó que se iba y un pedazo de mi corazón se rompió, porque es muy buen amigo, sabe serlo, es imposible no querer a alguien que se entrega en el trabajo, en la amistad, en todo lo que hace. 

Ayer, cuando se despidió de mi, fui la última y lloré. Me dijo: no llores, y me abrazó. En ese momento el mundo se detuvo, completo, y me sentí querida, pero sobre todo, protegida. Ese abrazo también colapsó mi mundo, porque no me habían abrazado así salvo una vez, cuando mi mamá se fue.

Al abrazarme, sentí que todo lo que me decía tenía tanto sentido, que ahora íbamos a platicar de lejos, que nunca me va a olvidar, y que le eche muchas ganas a todo, porque al final, yo también soy alfa.

Al salir, todavía volteó a despedirse de mi con una sonrisa y una señal con la mano en la frente, eso se va a quedar siempre conmigo.

Gracias por todo lo que en este poco tiempo, breve pero intenso, me enseñaste tu también. Y no lo olvido:

Always be an α