miércoles, 8 de febrero de 2017

Temblor

Es lo que sacude en el momento menos esperado. Es lo que sabes que puede pasar, pero que crees estar preparada para recibir. Nada más falso. Siempre sucede en el momento menos esperado: hoy sentada en mi lugar de trabajo, de pronto llega de visita, yo se que es diferente. También se que posee la palabra y un poco de extrodiversión. Tan escasos hoy en día, cuando el común denominador dice que todos traen el mismo corte de cabello, que todos gustan musicalmente "de todo", en esa indefinición tan poco llamativa. Lo veo de reojo, sólo una milésima de segundo, veo cómo se acerca. De pronto sucede: siento el brazo que se desliza por mi espalda, ese contacto que hace detener la respiración, sacudir el mundo, es obscenamente placentero y a la vez tan simple, pero también a la vez tan premeditado. Porque si algo queda claro, es que sabe lo que hace, cómo lo hace y con quién lo hace. Dura lo que dura deslizar un poco el brazo, para que la persona voltee a verte. Pero en ese instante, se puede congelar el infierno, porque creo que no es consciente de todo lo que desencadena... o si. Después, el tiempo se descongela, la cosa sigue su curso casual: saluda y sonríe, después sólo sigue caminado como si no supiera que ha colapsado un universo.