viernes, 20 de junio de 2014

Encuentros

J'entre dans la salle: la nuit, les lumières, toi qui me regardes vers les gens, vers le temps...


Invitada a la fiesta de esa noche, todos perfectamente vestidos. Es mi primer baile.

Vestido de noche negro, amplio, pesado, sin embargo ligero ahora para mi, esos zapatos que jamás dominé en vida ahora son tan simples. Máscaras.

Todos son desconocidos, pertenecen a ese mundo, algunos desde hace siglos, otros desde hace poco, el tiempo ya no importa.

Camino lentamente para no perder detalle de todo: la música, los invitados, el techo alto del cual caen las hermosas arañas de luz artificial, los ventanales abiertos que dan al jardín levemente iluminado por una linda noche despejada donde la luna lleva el protagónico.

Al voltear me doy cuenta de que mi acompañante, ella, se ha ido, tal vez a saludar a los suyos, tal vez sólo por dejarme a mis anchas y divertirse con lo que yo haga durante mi estancia ahí.

Me siento observada, sólo al principio, después esos ojos curiosos, vuelven a su lugar anterior, sólo una fracción de segundo o sólo una eternidad.

Camino lentamente, reconociendo todo, viéndolo con nuevos ojos, ahora más profundos, con una mirada, con un parpadeo que dura una fracción de segundo, analizando todo, hasta el más mínimo detalle.

Voy en busca de una bebida, sólo como acto reflejo para saciar una necesidad inexistente. La noche tiene una música ligera, cuerdas de violín suenan por el enorme salón. Camino lentamente hacia un ventanal, con una copa en mano, sólo buscando salir a la negra noche y pasear por el jardín.

La música se detiene, va a comenzar otra pieza, antes de llegar al ventanal volteo y lo veo ahí, parado, observando a la multitud que se divierte, a los que bailan, platican o ríen. Observa entre la gente, su mirada se detiene por una fracción de segundo en los grupos que hay y sigue su recorrido.

Su mirada se detiene en mi, se da cuenta de que soy nueva en el lugar, en este mundo. Sus labios esbozan  una sonrisa, sólo puedo ver sus ojos verdes chispeantes a través del antifaz que lleva puesto.

Sigue su recorrido visual por el lugar, hay un grupo que se percata de su presencia y se acerca a él, comienzan a platicar.

Yo salgo hacia la terraza que da al jardín, el aire me refresca, miro a mi alrededor, la inmensidad del lugar, el pasto perfectamente recortado, fresco y suave ante mis pasos ligeros. Hay árboles un poco más allá.

En la terraza hay fuentes de agua burbujeante y que baila al ritmo de los violines que al alejarse suenan como música de fondo. 

Me detengo en una pequeña elevación y desde ahí admiro la inmensidad del cielo, el brillo leve de las estrellas, el aire perfumado del jardín. Ver y sentir todo, de nuevo, por primera vez.

Siento una presencia acercarse, también a paso ligero y con la tranquilidad que da la eternidad. Al voltear a mirar quién es, me encuentro con los ojos verdes nuevamente. Me miran con curiosidad, con expectativa y con un poco de diversión, pero sobre todo con intensidad.

Al llegar junto a mi, hay un silencio que permite escuchar al mundo en toda su amplitud, con música y voces de fondo viniendo del salón. Sonríe. No me dice su nombre, solo comienza a hablar sobre la noche, el baile en el salón y la eternidad. Yo escucho atentamente, detecto pasión, profundidad en su voz, la suavidad de terciopelo en su entonación. Los nervios se han ido, junto con mi vida anterior. Sonrío y le tiendo la mano, indicando mi nombre, espero que me diga el suyo, pero no lo hace.

Tiene una mirada llena de intensidad y expectativa, lo puedo ver ahora con más detalle. Sólo nos miramos directamente menos de unos segundos, pero ese tiempo basta para darme cuenta, con toda certeza de que lo que a otros les lleva toda una vida encontrar, ha llegado directo a mi sin buscarlo. 

Ambos esbozamos una sonrisa, cuando habla con su voz profunda para decirme que me había estado esperando.










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