martes, 6 de septiembre de 2016

En sueños

Siempre vienes a mi en sueños. Algunas veces es tan real que puedo tocarte, olerte, mirarte tan de cerca que puedo ver mi reflejo en tus ojos, otras veces sólo es tu esencia, una leve y fugaz mirada, el rastro residual de tu perfume.

Cuando es ligera tu presencia, resulta aún más profundo lo que siento y pienso. La desesperación por alcanzarte es aún mayor y el despertar aún más crudo, porque queda la insatisfacción de no haber cruzado caminos, de no haberte visto y no haberte tocado.

A veces eres tú cómo mi ideal a lograr, otras eres tú representado por lo terrenal, real e imperfecto, otras es tu perfume, otras el sólo sentir las notas de salida de tu presencia. Sin embargo, así sea un sueño en sepia, a todo color vibrante o en blanco y negro vienes a mi, no por capricho, no porque te quieras imponer, sino porque yo te evoco, te invoco e impongo tu presencia aquí conmigo.

A veces se siente como toda una vida, otras son sólo cinco minutos a tu lado. Eres el sueño, el anhelo que se escapa de mis manos, aquel que por más que intento detener, se desliza como el tiempo, como el agua entre las rocas o como la arena del desierto entre mis manos.

¿Cuánto tiempo más se puede seguir así? Es un laberinto sin salida, con matices de colores y variada iluminación, donde yo me encuentro, siempre pensado que mi llave para salir eres tú.

Cuando pienso que ya he salido, regresas a mi traído por mi subconsciente en las formas más peligrosas: un pecaminoso helado de chocolate, un oso de peluche barato, un troglodita ingeniero que tiene detalles con su pareja... Y tal vez la más peligrosa de todas: mi propia mirada gritando a mi reflejo en el espejo que no estás aquí, que aún no estamos juntos.

La desesperanza tiene su contraparte que se niega a morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario