jueves, 30 de agosto de 2012

El poder de la lengua

Y vuelve a pasar, no se bien por qué, es a quién menos lo espero. Sería genial entenderlo, pero a veces no todo debe tener una explicación.

Sacar la lengua siempre ha sido característico de la familia. Mamá lo hacía y yo también lo hago. Es un gesto que para mi, denota complicidad, un poco de burla, un poco de jugueteo y un poco de "¿qué me ves?, ¿soy o me parezco?".

Lo hago, sólo con gente que me cae bien, no todos son acreedores a que les enseñe la lengua. Lo hacía mucho con el ex novio, pero agua pasada no mueve molino.

El asunto es que el día de hoy, después de mucho darle vueltas, revisar que no hubiera moros en la costa y después de un paso de valor, me dijeron que el enseñar mi lengua provoca que tengan pensamientos pecaminosos.

Y yo, cual Camila, me sentí alagada.

Ayer, en un sueño

¿No te conté que nos pertenecemos desde siempre? Te voy a contar mi sueño, porque ahí es donde comenzó.

Vivo en ese siglo, en ese lugar donde se es, por lo que dice el título. Tengo todo y a la vez a nadie. Eso siempre es posible: estar solo y que nadie lo note.

Caminaba lentamente por la calle, en otoño, siempre otoño. En esta vida y la anterior, siempre en otoño. Las hojas caen, son barridas por el viento, yo voy con una sombrilla en la mano. Buscándote entre las personas, los lugares, el tiempo.

De un momento a otro intentan que ya no esté, que ya no sea. Corro por las calles adoquinadas, el paraguas cae de lado, intento no caer con él.

Cuando el sueño termina, siempre vuelve la sensación de la vida pasada, del tiempo lejano, pero sobre todo ello: tu presencia.

Estuvimos juntos ahí, en otra vida, tengo que volverte a encontrar en el ahora. Con nuestra condición humana, naciendo y volviendo a ser para mi, para llegar a ti. Cuantas veces sea necesario, hasta el final.

No importa cuanto tiempo lleve, el amor es atemporal. Sigo buscando, cada otoño, en cada vida, en cada lugar. La búsqueda tendrá su recompensa: una eternidad junto a ti.



Camila

Alguien ha llegado a mi vida.

Es difícil porque es la primera vez, siempre hay una primera vez. Llegó como todo lo bueno: sin esperarlo, simple y de sopetón.

Una caja en casa de la mamá adoptiva, un niño diciendo: tenemos un regalo para tí. Una sonrisa de complicidad y ya.

Yo tomé la caja cual niña pequeña, esperando una linda sorpresa, tal vez una blusa, tal vez una bolsa. El contenido me dejó sin palabras, no supe si decir gracias o salir corriendo. Como en mi casa me enseñaron y yo aún hago muchas cosas en automático, acepté.

Acepté sin pensar en consecuencias, en cómo me las iba a arreglar; la avalancha de preguntas vino después, en ese momento sólo agradecí. V me decía que si no quería no estaba obligada a aceptar, pero no se exactamente qué dentro de mi decía que iba bien el asunto.

Tenemos ya casi mes y medio viviendo: con enojos, con regaños, con mi "forma nazi de educar" como lo llama V, con mi neurosis que a veces desborda -pero tengo la ventaja de darme cuenta cuando me paso de la cuenta-, con sonrisas, con mi lado de mamá preocupona, enojona y severa -tal y como se produjo y ahora se reproduce, también me doy cuenta y trato de cambiarlo- y con otra perspectiva de las cosas.

Al principio no había contacto, muy poco, debí acostumbrarme a verla, a tocarla, a sentirla, no era sencillo, a veces me detenía la perspectiva de acercarme. Pero creo que he aprendido rápido y he aprendido bien. V me decía: tienes que jugar con ella, tienes que educarla, es tu hija.

Al principio era tan fea, sin gracia, era como decían en casa: dos caras, rastrera, engañosa, todo lo malo.

A la semana vino el punto de quiebre: no la quiero, hay que llevarla a que la duerman, o ver si alguien la quiere, yo no puedo, me da miedo y no hace ruido, me desespera no saber dónde está.

Al pasar esa semana de "prueba" ya no hubo vuelta atrás: es la más bonita, no hay otra como ella, le brillan sus ojitos verdes, me encantan sus patitas, son la onda. Es tan elegante: la forma de sentarse, de comer, de beber agua, de caminar.

Tiene casi mes y medio conmigo, me dicen que viven hasta 20 años, que sea responsable y le compre su afore, creo que no es para tanto, al final es un animal y como bien dijo Nad, los animales no tienen sentimientos y como bien dice V, no hay que humanizarla.

Estamos cuando queremos estar, nos enojamos, nos contentamos, me acaricia cuando quiere y yo a ella. Es, si se puede decir, mi hija adoptiva, pero también mi amiga, mi compañía.

Gracias por llegar a mi vida Camila.